¿Fue este el “esperado” terremoto de Nicoya?

    Esto es como cuestionarse, por ejemplo, si el aguacero de ayer era también el esperado. La lluvia se “espera” porque estamos en época lluviosa. Los sismos se esperan en todo el país porque vivimos en una zona de subducción y aquí convergen, además, tres placas tectónicas: Coco, Caribe y Nazca. La subducción generó el material que forma nuestro territorio y es un proceso que continuará por millones de años más.

    ¿Predicción?

    Los terremotos aún no se pueden predecir. La comunidad científica se divide en bandos que opinan que eso será posible en el futuro o no. Más aún, avances tecnológicos y la acumulación de conocimiento han permitido descubrir en la última década características de la subducción que no conocíamos. Los recientes terremotos en Indonesia, Chile y Japón han arrojado también nueva luz sobre los procesos de subducción. Hoy, muchos sismólogos coincidimos en que los conceptos de “brecha y ciclo sísmicos” y “terremoto característico” son una visión muy simplificada de lo que ocurre cuando la energía se acumula entre dos placas. Estos conceptos no deberían cegar la visión de los científicos, a pesar del gran deseo de predecir fenómenos que aún no entendemos suficientemente bien.

    Un terremoto característico es un sismo que ocurre repetidamente en el mismo segmento de una falla y cuyo tamaño define tal segmento. Esta idea sufrió un duro golpe en el 2004, con el famoso caso del terremoto de Parkfield en la falla de San Andrés. Muchos investigadores pronosticaron allí un sismo para 1988, dada una serie de eventos supuestamente "característicos" (1857, 1881, 1901, 1922, 1934, 1966). Así, se instaló una densa red de aparatos anticipando un terremoto. Cuando al fin llegó el “esperado” evento en el 2004, sus características y la demora echaron abajo los modelos simples de ocurrencia de terremotos. De forma similar, algunos investigadores habían pronosticado un terremoto en Nicoya antes de 1993, fecha que se fue renovando varias veces. Los sismos “característicos” para Nicoya son los de 1853(?), 1900 y 1950, cifra que pareciera corta para concluir que el fenómeno sísmico es efectivamente cíclico. De esos eventos, el mejor conocido es el de 1950, de magnitud Ms 7,7. Sin embargo, sus características no implican necesariamente que el siguiente terremoto sería igual.

    Consecuencias

    Pregonar desde hace años la inminencia de un terremoto en Nicoya ha tenido consecuencias positivas y negativas. La península se ubica justo sobre el área de contacto entre placas, facilitando la operación continua de instrumentos sin tener que colocarlos en el mar. Por eso, la comunidad sismológica se ha interesado mucho en la zona. Esto es positivo, ya que el conocimiento que se obtiene antes, durante y después de un terremoto es vital para comprender realmente cómo se genera. Y esto puede incidir en la vida de millones de personas en las zonas de subducción del mundo. Además, el recordatorio ha fomentado la preparación civil en la península.

    Pero la constante repetición de que un terremoto se acerca ha tenido también repercusiones negativas. Entre ellas, el estado de nerviosismo, y hasta pánico, en que ha vivido la población sobre todo en la península. Vivir en un país sísmico no implica una menor calidad de vida, que es lo que propicia un manejo inadecuado de la información. Otros efectos negativos podrían ser la reducción en turismo e inversiones y la depreciación de terrenos y bienes inmuebles. Una de las críticas al citado caso de Parkfield es que los experimentos fueron muy costosos para una zona despoblada, mientras una inversión similar en San Francisco, donde viven millones de personas, pudo haber mejorado la prevención.

    Prevención

    No solo los sismos por contacto entre placas son peligrosos. Los terremotos de Cartago (1910), Limón (1991) y Cinchona (2009) ocurrieron por fallamiento y han sido los más trágicos en saldo mortal. Actualmente desconocemos cuántas de las 150 fallas activas del país se encuentran cerca de producir un terremoto. En sus 191 años de independencia Costa Rica ha vivido 63 sismos dañinos, originados por fuentes sísmicas en todo el país. Por eso, todas las regiones deben estar preparadas para atender una posible emergencia. La buena calidad y el mantenimiento de las construcciones, la ubicación en sitios menos expuestos, la planificación del uso del suelo y la educación son la mejor prevención.

    Mientras continuamos investigando las fuentes sísmicas los recursos deben además ser invertidos en mitigar el riesgo manteniendo actualizado el código de construcción, el ordenamiento territorial y la gestión integral del riesgo. Y en exigir su aplicación. Los sismos son parte de nuestra idiosincrasia de país situado en una de las regiones más sísmicas del mundo. Como ya se ha dicho antes: los terremotos son inevitables, “esperables”, pero la desgracia causada por ellos no lo es.